La experiencia nos dice que con los chicos que están disponibles y entusiastas para las clases todo resulta más fluido…, más fácil… Vienen contentos y, en general, “no dan trabajo extra”…
Pero también todos los profes hemos tenido, en los distintos grados, chicos que dicen: “a mí no me sale”, “yo soy bruta”, “soy malo en EF”, “soy horrible en hándbol”, “no sé hacerlo….”
Y también chicos que en muchas instituciones los caratulan como “chicos problema”:
Que se enojan fácil, que no soportan que no les salga algo, que pegan a los compañeros con rapidez o maltratan con facilidad…
Que prefieren sentarse a charlar…, mirar el celu…,
No exponerse y, quizás, parecen “desinteresados”…
Si decimos que queremos enseñar a todas y todos, si decimos que queremos cuidar las palabras y que no sea mero “chamuyo” la inclusión …,¿qué hacemos?, ¿qué podemos pensar juntos sobre los chicos que no tienen ganas, se aburren, no se animan o pelean todo el tiempo…?
La mayoría de nosotros es probable que siempre haya intentado algo para ganarlos para la clase…. Y muchas veces mejoramos la relación profe-alumno y tuvimos logros!
Pero el “tronco” seguía siendo “tronco” para sus compañeros y ese era el lugar que tenía en el grupo
Apapachados por el/la profe podían hacer cosas, pero no mejoraba tanto ni su autoestima, ni su posibilidad de mostrar y mostrarse que se anima…, que puede… En síntesis, todavía no logra el reconocimiento grupal.
Quizás, nos preguntamos…, ¿habrá que ayudar a construir un grupo que pueda hacer lo que solo hacíamos nosotros, los profes…?
¿Habrá que pensar qué les pasa, qué les arma esas corazas de indolencia, timidez, agresividad, desinterés?
¿Serán los mensajes de esta sociedad que polariza entre el hacer bien y hacer mal, el ser exitoso o fracasado…, como si no hubiera caminos de aprendizaje entre uno y otro polo….?
¿Están los buenos en matemática, los desafinados para música, los” troncos” o los “buenos” en EF y el aprendizaje no aparece para mediar?
Pues si la sociedad tiene esos mensajes, la escuela puede tener otros, la clase puede tener otros, puede empezar a construir otros parámetros, otras relaciones, otra calidad de relación social y basta para empezar un profe que se anime…que busque con franqueza…, que comparta…
Seguro que en otro marco es más fácil, pero este es el nuestro y este es el ladrillito que podemos poner, en ese momento, que para la vida de cada uno/a tocado por esta experiencia puede ser “el principio de otra cosa”.
Pensemos que puede pasar con María…
María…, los/as llamados/as “chicos/as problema”…
y las emociones de grandes y chicos que se juegan en las escuelas….
María es una nena de 5° grado de una escuela pública y yo soy su profesora de Educación Física..
María tiene serios problemas para manejar y controlar su enojo. Debido a esta característica, esta niña venía estigmatizada desde primer grado, con escenas que nadie lograba modificar. Innumerables reuniones de padres, incontables reuniones de docentes pensando qué hacer con ella.
Recibí ese grupo este año. Esta niña tenía comportamiento cíclico: ataque de ira, agresión física importante con sus compañeros/as, horas de llanto, mil maneras de pedir perdón a damnificados, y vuelta a empezar… La cuestión es que el grupo ya está harto de este círculo, y ya no le importa demasiado las disculpas de María o cuántas lágrimas derrame.
En mis clases, nunca había tenido un episodio como estos…, hasta que sucedió.
En una clase, al participar de un juego y perder, estalló su ira, golpeó a un compañero, le apretó el cuello a una compañera y, al intervenir yo, recibí una patada en el estómago. Esta situación desató mi propia ira!
Llamé a la maestra para que viniera a buscar al grupo, y me quedé con María para intentar dialogar. Hasta que buscaron al resto del grupo, ella se quedó en una esquina, y cuando fui a hablar con ella…, ambas ya estábamos más tranquilas. Ella no paraba de llorar. Acto seguido fuimos a hablar con la Directora.
Las charlas entre los docentes por los episodios de María eran muy frecuentes, las charlas a solas con María luego de cada episodio, también.
Entonces pensé que no era por el camino de hablar entre las maestras, sino que era un tema de ella en el grupo y que poder hablar de eso iba a ayudar a todos
Era el momento de hacer algo diferente, había que incluir al grupo en la ecuación…, ya que todos los incidentes se daban con María y el grupo…
Había que empezar por otro camino…..
Así que, al día siguiente, y con la intención de no estigmatizarla y de dejar de tratar el tema de María sin el resto del grupo trabajé con ellos en el aula, y les propuse responder dos preguntas:
- “¿Qué cosas me hacen enojar?” y
- “¿Qué hago cuando me enojo para que se me pase?”.
A modo de ejemplo, conté como el día anterior, yo me había enojado tanto, que no me había podido controlar con lo que le dije a María, por lo que delante de todos aprovechaba a pedirle disculpas.
Comenté que a todos a veces nos pasan cosas que nos enojan en mayor o menor medida…, que a veces podemos hacer cosas “sin pensar” porque estamos muy enojados…, quizás a María le pasa lo mismo cuando pega…
Todos realizaron el trabajo. Me los llevé, y volqué todas las respuestas en un afiche en dos columnas y de manera anónima.
La clase siguiente puse el afiche en el pizarrón, y leí con ellos cada frase de cada columna, interviniendo y reflexionando sobre la multiplicidad de cosas que a todos nos hacen enojar, y la cantidad de herramientas que tienen entre todos para “calmarse” cuando están muy enojados.
Con estas dos clases, quedó plasmado que lo que le pasa a María es algo que nos pasa a todos, y que en realidad, quizás entre todos podríamos ayudarla a que, cuando se enoja tanto que no se puede controlar, pueda encontrar una manera de que no “se la agarre” con sus compañeros, porque incluso ella misma se siente muy mal después de descargarse con ellos.
Detalles más, detalles menos, y luego de una charla sobre lo sucedido y lo trabajado con la mamá de María, y con la psicóloga del EOE, tengo que decir que no ha vuelto a tener episodios de este estilo. En dos ocasiones María tuvo un enojo que no pudo controlar, y se retiró de la clase, en una oportunidad se fue al aula, en la otra al baño. En ambas ocasiones, le permitimos todos retirarse, y yo la escuché llorar y la he visto, al tocar el timbre, salir a jugar contenta como si nada hubiera pasado.
Personalmente me animo a pensar que por un lado María está aprendiendo a regular sus reacciones, o a controlar sus emociones, y que por el otro, el grupo pudo empezar a ver a María de un modo diferente; no tanto como la vieron todos los años anteriores, como esa “niña loca que no se controla”, sino como alguien igual que ellos que le cuesta un poco más controlarse, como a cada uno les cuestan más algunas cosas que otras.
Pudimos poner a María en el mismo lugar que el resto de sus compañeros/as.
A partir de ese momento, y porque la escuela también mantiene contacto con la psicóloga de María, cada vez que se generaba una situación que la detonaba, ella sola se iba de la clase al baño o a dentro del aula. Allí, lloraba hasta que decidía salir, y cuando lo hacía, seguía jugando como si nada. Antes estas nuevas reacciones, conversé con el grupo para que pudieran dejarle ese espacio a María, que ella misma se generaba para transitar su enojo.
Ni más ni menos que lo que le pedíamos como grupo, que en su enojo, no agrediera al resto. De a poquito pudo aprender a transitar de esta otra manera sus “ataques” de furia.
¿Qué habrá pasado con María entre 1° y 4° grado????
¿Tantas reuniones no fueron efectivas para encontrar un camino que la ayudara??
¿Y qué pasará a partir de esta experiencia, con su grupo y con ella, y ese “cambio” en la mirada de
todos?
SIGAMOS PENSANDO…
Si siguieron lo que escribimos sobre la inclusión en la escuela en el orden que lo presentamos, desde las primeras consideraciones que se nos plantearon, los resultados de las reflexiones y pruebas en los patios hasta llegar a ejemplos de las series de propuestas, habrán observado que la presencia y el reconocimiento por el otro (u otra), la valoración por lo diferente son denominadores comunes….
Imposible…, totalmente imposible dar lugar a otro en nuestra vida si no pasa por los afectos, por las emociones que nos produce lo que le pasa, y nuestra relación con los otros…
Solo María pudo ”ir saliendo” de sus brutales enojos porque tuvo una profe que ayudó al grupo a pensar en María y en lo que le pasa, en lo que siente cuando algo la enoja…
Y por eso pensamos, estamos convencidos que llegamos a un punto IMPORTANTÍSIMO!!
PARA INCLUIR EN LA ESCUELA, TENEMOS QUE TENER EN CUENTA A…
NOSOTROS Y NUESTRAS EMOCIONES
- Me gusta y no me gusta…, me gustaría…le gustará a mis compañeros/as
- Quiero y no quiero
- Cuando hacemos lo que yo quiero, cómo lo está/n pasando el/los otro/as
- Me da miedo, me da alegría, me da tristeza
- Me da vergüenza, o ganas de llorar…
- Me entusiasma, me aburre, me enoja…
- Me animo, no me animo…
- Me duele…
- Se burlan de mí
- Pregunto o pido permiso a los demás para participar
- Qué me pasa cuando las cosas “no me salen”, cuando no me eligen
- Qué siento cuando los demás me critican o corrigen, cuando no quieren jugar conmigo…
PODER DECIR , EXPRESAR , CONTAR PARA
- Construir un grupo de aprendizaje con respeto por la diversidad
- Entender a los otros
- Aprender cómo ayudar y pedir ayuda
- Aprender para su vida la importancia de reconocer lo que nos pasa y poder decirlo….
- Aportar a la construcción de una trama social respetuosa de las diferencias
En todo momento tener presentes estas emociones y favorecer, tanto desde propuestas de enseñanza como en las intervenciones ante situaciones que se presenten, la posibilidad de hablar de ellas, de ponerle nombre, de compartir si a otros les pasa lo mismo, qué hacen cuando les pasa…
¡No olvidemos lo que provoca en pibas y pibes, de cualquier edad, la palabra del docente “que te reconoce y le importás” y la de un grupo que te alberga!
Sabemos, desde ya, que son muchos los grados a los que les damos clase cada día…, pero sabemos también que todo lo que podamos hacer con las María, los Tomi, los Juan o los Maxi, y con los grupos a los que pertenecen es parte de nuestra responsabilidad, de su “oportunidad”…, de la misma alegría de la vida escolar…