Allí están. Son esos pibes y pibas retraidos, metidos para dentro, de pocas o nulas palabras, de miradas bajas, que generalmente los vas a encontrar cerca de las paredes de los patios, o en algún lugar medio escondido, para quienes participar en algo grupal les parece sencillamente un tormento.
Quisieran ser transparentes, figuras fantasmáticas y pasar desapercibidos/as. Pero como no joden, muchas veces efectivamente se tornan invisibles en las escuelas. Salvo que aparezca una mirada, un gesto, un puente, un lazo que los ayude a ir saliendo de su coraza.
Esos pibes y pibas nos necesitan, aunque no nos lo digan verbalmente. ¿Qué hacer entonces? Habrá que tejer esa trama con paciencia infinita y a la vez con firmeza y perseverancia. Y al mismo tiempo, siempre será bueno hacer que el grupo también tome nota, ayudarlo a mirar e implicarlos en la tarea de traerlos/las con nosotros.