De estas charlas que hemos estado teniendo en derredor de las emociones, esa dimensión tan importante y a la vez tan olvidada por la pedagogía en general, parecieran haber surgido dos problemáticas que están relacionadas y a la vez se distancian:
- Pibas y pibes que son desbordados por sus emociones Por un lado esas pibas y pibes que son desbordados por sus emociones, que no pueden controlarlas y, muchas veces, todo termina en desastre. Esto en nuestra área suele manifestarse en la medida en que uno/a está expuesto de muchas maneras, porque el juego o la tarea grupal los pone en la obligación de relacionarse con otros/as, de ponerse de acuerdo, de negociar, de ceder, etc. E indudablemente, cuando el ganar o perder aparece la cosa se complejiza aún más. Muchas veces de una y mil maneras se transmite esta exigencia de triunfar, de vencer al otro, y ahí es donde el juego se corrompe y la tensión que se genera no encuentra diques de contención o encauzamiento. El caso de María es un ejemplo en tal sentido.
- Pibas y pibes retraídos, los del “yo no sé” o “yo no puedo”…Por otro lado están aquellas/os en los que lo emocional les juega para el lado del retraimiento, la autopercepción negativa de si mismo, y ese “yo no se” o “yo no puedo” que parece una sentencia inmutable. Esos pibes/as para los cuales jugar un juego o deporte puede resultar un tormento y esto no hace otra cosa que reforzar su sensación de fracaso. Y no juegan, están allí, pero no juegan, sufren, padecen. Hemos dado varios ejemplos.