Galeano nos dice que «el lenguaje que dice la verdad es el lenguaje sentipensante”. Sin duda, definir al ser humano como ser racional es quedarse corto; implica el riesgo de no dar cuenta que la emoción juega un papel fundamental en nuestras acciones y decisiones. Vivimos, más bien, como advierte Cassirer, «en medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones imaginarias, en medio de fantasías y de sueños.»
Quienes somos educadores sabemos (o deberíamos saber) cuánto incide el factor emocional en los aprendizajes. Y en el área de la Educación Física, donde siempre hay que estar poniendo el cuerpo; esta dimensión se acentúa exponencialmente. Comprensión, tiempo, confianza y sostenimiento paciente de la oferta pueden ser caminos a recorrer en ese sentido.
YO NO SE HACER ESO
Hay una cuestión sobre la cual creemos importante reflexionar. En estos tiempos atravesados por el vértigo, por el “todo ya”, por los libros de autoayuda que te dicen cómo ser feliz en una semana, o de las dietas milagrosas que te aseguran “un cuerpo perfecto” en quince días, se hace complicado enfatizar sobre la importancia de los procesos, de cómo todo cambio o aprendizaje requiere, tiempo, dedicación, atención y práctica. Pero justamente eso es lo que tiene que promover la escuela y quienes la habitamos. Hacer de nuestras clases un lugar de desaceleración y confianza. De prueba, de práctica; de ensayo y error.
No es sencillo —jamás lo ha sido—navegar contra la corriente. Pero estamos convencidos que esa es nuestra tarea.
Nos encontramos cotidianamente con chicos/as que quieren saber sin aprender, es decir, sin pasar por los procesos que todo aprendizaje requiere, porque están atravesados por esa inmediatez antes referida. A veces, inclusive, es aun peor. Quieren aprobar sin saber. Las materias se convierten en una mercancía y ellos en clientes. Pero esto, por supuesto, no es responsabilidad de ellos/as. Eso también es importante considerar, porque si no, “le erramos al vizcachazo”.
Muchas veces hemos escuchado cuando planteamos una propuesta, a algún alumno/a: “-eso no lo sé hacer-“, como una especie de sentencia definitiva. Sienten que saber o no saber algo es una cuestión de naturaleza. “Se tiene o no se tiene”, y pareciera que no hay nada que hacer con eso. Allí hay una construcción que tiene que ver con cientos de mensajes implícitos y explícitos que operan de manera firme y paciente para que aparezca esa inutilidad radical y absoluta. Discursos y actitudes que se meten sigilosa pero firmemente en el cuerpo.
Romper ese cascarón no resulta nada sencillo. Requiere tiempo, paciencia y firmeza. Tenemos que comprender que revertir esa autopercepción y esa actitud no es cosa de unos días o unas clases, sino que requiere un proceso constante y lento. Muchas veces ante el mínimo adelanto se hace necesario enfatizar el logro y darle un valor que haga sentir al alumno/a que algo diferente puede suceder. Y el cascarón, se irá resquebrajando.
Con esto queremos señalar que muchas veces las dificultades en los aprendizajes no pasan por cuestiones estrictamente motrices o cognitivas, sino profundamente atravesadas por lo emocional.
En este sentido pensamos, y seguimos pensando algunos criterios a tener en cuenta: